Muro de Lágrimas

Este lugar se halla cerca de Puerto Villamil y brinda una opción de visita para aquellos turistas que estén en el Puerto por más de tres días.

Este es un sitio histórico de Isabela pues durante los años 1946 a 1959 existió una Colonia Penal en esta isla, durante la cual para castigar a los presos se los obligó a construir un muro con enormes bloques de lava que tiene unos 100 metros de largo por 7 metros de altura.

Se puede llegar hasta la parte alta El Muro de Lágrimas a través de unas escalinatas, desde donde se puede tener una vista panorámica del lugar. En el lugar aún se pueden apreciar las bases de concreto donde los norteamericanos tenían sus casas de madera en la Segunda Guerra Mundial. 

Ubicación

Este lugar se halla cerca de Puerto Villamil y brinda una opción de visita para aquellos turistas que estén en el Puerto por más de tres días.

Extensión

Tiene de 5 a 6 metros de altura por 3 metros de ancho y una longitud de 100 metros aproximadamente.

Clima

Predomina el piso subtropical con climas secos y muy seco.

Flora

Durante el recorrido hacia el Muro se caminan dos kilómetros y medio de playa de arena blanca, lagunas rodeadas de manglares, donde se pueden observar los cuatro tipos de mangle que existen en Isabela.

Fauna

Las aves comúnmente vistas son: playeros, correlinos, vuelve piedras, chorlitejos grises y semipalmados, ostreros, gaviotas de lava, cucuves, pinzones de Darwin y en ocasiones hasta cuclillos o aguateros.

Atractivos

  • El muro de lágrimas es uno de los más famosos vergonzosos atractivos de Isabela. Este es un monumento viviente de una trágica página en la historia de la isla.
  • Como atractivo tenemos el Sendero hacia el muro de lágrimas red de senderos de 5 Km de largo que inicia en la denominada Playa Grande de Villamil lugar ideal para la observación de especies de flora y fauna, posee letreros ilustrativos a lo largo del recorrido.

Historia

El muro de las lágrimas es uno de los más famosos y a la vez, vergonzosos atractivos de Isabela. El muro hace alusión a la trágica página en la historia de la isla, una historia escrita con el sudor y la sangre de aproximadamente 300 prisioneros de la colonia penal que fue establecida en Isabela en 1946 por el presidente de Ecuador en aquel entonces, José María Velasco Ibarra.

Siempre me llamó la atención la historia del Muro de las Lágrimas en las Islas Galápagos. Sabía que antes de ser una reserva natural de Ecuador, el archipiélago sirvió como “albergue” para criminales de alta peligrosidad; es decir, llegó a ser el mayor castigo que un ecuatoriano podía tener.

¿Pero cómo este lugar paradisiaco puede ser un castigo? He aquí donde entra esta historia, que tal vez sea el lado oscuro de las Encantadas.

El muro de las lágrimas, un monumento al dolor

Peter, el taxista que nos lleva al Muro de las Lágrimas (Puerto Villamil, Isabela), nos cuenta que su abuelo fue uno de los policías que custodió a los 300 prisioneros que llegaron en 1946, después de la II Guerra Mundial, a Isabela. “Los valientes lloran y los cobardes mueren” es el dicho que acompaña este monumento al dolor.

En Isabela operó una base militar estadounidense; pero después de la guerra, el presidente José Velasco Ibarra utilizó este lugar abandonado como el reclusorio de cientos de criminales de alta peligrosidad. En ese tiempo las islas Galápagos eran vistas como el fin del mundo.

En ese tiempo las islas Galápagos eran vistas como el fin del mundo.

Este era una especie de cárcel al aire libre, por lo que los presos tuvieron que realizar trabajos forzosos agrícolas, además de la construcción de su propio encierro: una muralla de piedras volcánicas. Peter nos cuenta que la mayoría de ellas venían del volcán Sierra Negra y la muralla fue levantada sin ayuda de maquinarias, sino a través de la fuerza humana de los cautivos. Muchos de ellos fallecieron en accidentes, por eso el Muro de las Lágrimas es considerado un lugar de luto.

Tras 10 años de trabajos forzados, los reos se rebelaron y planearon un escape, un engaño, como si se tratara del Caballo de Troya. Una noche, los reclusos presentaron a los policías una obra teatral llamada “La fuga de los prisioneros”. Con licor artesanal, elaborado por los mismos presos, los custodios se emborracharon, mientras se divertían con la actuación.

Fue entonces cuando en una de las escenas, con la doble intención de hacerla más real, los actores amarraron a los policías, los despojaron de sus armas y vandalizaron la antigua base militar, quemándola y destruyendo sus estructuras por completo. El pánico llegó al pueblo de Puerto Villamil y sus habitantes se escondieron en una iglesia.

Tras 10 años de trabajos forzados, los reos se rebelaron y planearon un escape, un engaño, como si se tratara del Caballo de Troya.

Dejar atrás lo malo. Recomenzar.

Luego del escape, los ex presidiarios comenzaron una nueva vida en el Ecuador continental o en el extranjero. Sólo 10 se quedaron en la isla Isabela, pues finalmente todos los prisioneros fueron indultados.

Ahora, un paredón de unos 100 metros de largo, 7 de alto y 3 de ancho es lo que queda en pie de esta historia. Veo de cerca las piedras de superficie áspera y negra, y sólo se me ocurre pensar que son la perfecta analogía de lo que sucedió en este lugar.

Ya en 1959, cuando Galápagos fue declarado Parque Nacional de Ecuador, dejó de funcionar este penal, que ahora forma parte de un sendero de 5 kilómetros de largo, dentro de un complejo de humedales.

Iniciar la ruta en el Muro de las Lágrimas puede que sea la mejor opción; pues es conocer y palpar la tristeza y dolor, para luego dejarlas atrás y encontrarte con las maravillas del camino: manglares que te envuelven, miradores cautivadores y playas que te atrapan. Lo que es Galápagos.




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